miércoles, 29 de julio de 2020

Buscando sin encontrar. Encontrando sin haber buscado.

- ¿No te gusta lo que ves? 
- Sí. ¿Por qué preguntas eso?
- Porque siempre estás diciendo que te quieres ir.
- Eso es porque creo que aquí no soy feliz.
- ¿Y crees que allí donde vayas sí que lo serás?
- No lo sé. Pero al menos no me quedaré con las ganas de intentarlo. 
- Y, ¿has intentado ser feliz aquí?
- No lo sé. Hay una pieza que no encuentro.
- ¿Y crees que allí la encontrarás? ¿Seguro que no está aquí?
- He buscado mucho. 
- A veces, cuando creemos haber perdido las llaves, las acabamos encontrando en el bolsillo del pantalón. 
- Ya he buscado en todos mis bolsillos.
- ¿Y?
- Y nada. Seguiré buscando, pues no parece que me vaya a ir de aquí en mucho tiempo. 
- Quizá no estás preparada para encontrar la pieza. Quizá la pieza te encuentre a ti. 
- Quizá.

lunes, 20 de julio de 2020

Momento creativo en busca de inspiración

En la publicación de hoy me apetece hacer un pequeño juego para poner así a prueba mi creatividad. Se me ha ocurrido crear una historia utilizando únicamente frases de canciones (traducidas en caso de que originalmente estén en otro idioma distinto al español). Puede parecer todo lo contrario a ser original, pues técnicamente estoy copiando y copiando. Pero, ¿no es eso lo que hacen los grandes inventores? Muchos de ellos han pasado a la historia como genios, apropiándose de ideas que no fueron realmente suyas. No quiero decir que plagiar esté bien. Quizá a veces sólo  se trate de encontrar la oportunidad adecuada. 
De todas formas, mi pequeño plagio no va llevarme a ninguna parte, ni tampoco voy a hacerme millonaria a espaldas de nadie...En resumen, el juego del que hablaba consistirá en enlazar una frase de una canción con otra, creando una historia completamente nueva. La elección de las canciones se basa en mi propio gusto musical, eligiendo aquellas con cuyas letras estoy familiarizada y significan un trocito de mí. 

Tan solo una chica de un pequeño pueblo, viviendo en un mundo solitario, cogiendo el tren de medianoche con destino a ninguna parte. Olvido por qué te dejé, hice una locura. De vez en cuando me canso de escuchar el sonido de mis lágrimas. La confusión no es nada nuevo para mí. Era demasiado joven, demasiado tonta para darme cuenta. Pero tú sólo querías atención, no querías mi corazón. No necesito que te preocupes por mí, estoy bien. Y me paro a pensar en cómo la gente se enamora  de maneras tan misteriosas... Queremos creer que nosotros dirigimos las cosas y que no son las cosas las que nos dirigen a nosotros, pero es viernes, y estoy enamorada. Prefiero tantas cosas que no están bien vistas... Sueño por la noche y sólo puedo ver tu cara, y en sueños he besado tus labios miles de veces, pero sólo son sueños. Luego te digo que no te acerques demasiado, que está oscuro dentro, donde se esconden mis demonios. Pero, si te acercas, verás que quiero estar contigo hasta que seamos grises y viejos. Y es que puedes jugar la vida como quieras, pero no te olvides de escuchar bien el sonido de tu soledad. 

Bueno, la verdad que no me ha quedado como esperaba. Parece más una reflexión tras una ruptura que una historia en sí. Supongo que es lo que tiene elegir únicamente canciones de amor y desamor. Lo tendré en cuenta para la próxima vez ;)








domingo, 19 de julio de 2020

Diario de una ciclista (aficionada)

7:24 AM suena un despertador interrumpiendo el silencio de una plácida mañana de domingo. Entre sueños todavía, consigo identificar que esa alarma es la de mi móvil, que se encuentra en la mesita de noche de mi izquierda. Con gestos torpes propios de una persona medio dormida consigo apagar el estridente sonido que por poco no termina despertando a todo el vecindario. Para mi sorpresa, hoy es una de esas mañanas que me he levantado con energía suficiente para llevar a cabo mi plan: ir en bicicleta hasta la playa El Saler, a 14 kilómetros de distancia desde mi casa, y contemplar la grandiosidad del mar de buena mañana. 

Me preparo un desayuno energético en mis intentos de llevar un día propio de una buena deportista. Plátano laminado sobre una cama de yogur de coco, espolvoreado con copos de avena. Me dirijo a la terraza donde lo disfruto al tiempo que leo unas páginas de El extranjero, de Albert Camus. Dado que me encuentro justo por la mitad de la trama en esos momentos, me cuesta despegarme del libro a pesar de terminar el desayuno. Lo consigo. Me visto equipada con ropa deportiva, pero no de ciclista (recordemos que tan sólo soy una aficionada...). Botella de agua y manzana a la mochila. Mascarilla puesta (pues son así los tiempos que corren), portazo y me directa al garaje a por mi bicicleta.

Mi bicicleta, Orbi a partir de ahora, es blanca, de montaña y en muy buen estado. Sin embargo tiene un problema, la tengo desde cuando tenía 14 años y... sí, me viene un tanto pequeña. Me da pena cambiar a Orbi por otra que no sea Orbi, sobre todo porque no la he utilizado todo lo que una bicicleta se merece ser utilizada. He subido el sillín al máximo, pero el manillar se queda ahí, abajo, y yo voy encorvada por los carriles de Valencia. Así soy yo, una ciclista cada vez más aficionada. Espero solucionarlo de alguna forma, pero eso ya será otra historia. 

Salgo sobre Orbi del garaje y emprendo mi ruta. Entre pitos y flautas he salido más tarde de las 8:30 AM, y la ciudad ya está terminando de desperezarse. Al llegar al inicio del recorrido diseñado expresamente para llegar en bicicleta a la playa (primero a Pinedo, después a El Saler), comienzo a cruzarme con ciclistas, un poco menos aficionados que yo, puesto que llevan su mono de ciclista, su casco de ciclista y sus gafas de sol, también de ciclista. Tienen cara (o lo que puedo ver de cara) de ser personas simpáticas y activas. Algo así aspiro a ser yo algún día. 

Pronto dejamos atrás edificios y coches integrándonos, Orbi y yo, entre vegetación y malezas. Es un paseo bonito, con algún que otro puente matador en el que tengo que reducir las marchas al mínimo, pero, entre resoplidos, consigo llegar a lo más alto y no hay mejor recompensa que sentir la brisa de viento golpeándome la cara durante la bajada. Justo antes de llegar a Pinedo cruzo un puente que tiene como vistas el mas Mediterráneo. Respiro hondo y contemplo el horizonte. Y es entonces cuando me doy cuenta de que madrugar merece la pena, y pedalear aún más, pues desde el coche no lo apreciaría tanto... 

Pasamos Pinedo y, entre más árboles y arbustos, llegamos a El Saler. Conforme avanza la mañana, van apareciendo más y más sombrillas en la orilla del mar, como pequeñas setas de colores que crecen por segundos en medio del desierto. 

Bajo de Orbi y esta me lo agradece, casi tanto como mi trasero me lo agradece a mí. Paseo unos metros mirando al mar, mirando a las personas que siguen llegando para colocar sus sombrillas. Familias, grupos de amigos, parejas... Sigo observando todo lo que me rodea mientras saco la manzana de mi mochila y comienzo a dar mordisco tras mordisco. Parece que la vida continúa, un verano más del que la arena y las olas son testigos. Testigos de numerosos círculos de personas, algunos de ellos entrelazados, mientras que otros todavía están por entrelazar, o quizá no se entrelacen nunca. 

Un tiempo después emprendo mi camino de vuelta a casa. El recorrido es exactamente el mismo, y esto ayuda a que sea más corto, pues mi mente relaciona cada elemento visto con anterioridad con la posición que ocupa en el mapa. No obstante, encuentro en repetidas ocasiones un cartel amarillo indicando dónde encontrar el ferry para llegar a Argelia. ¡Qué casualidad! El extranjero, el libro que estaba leyendo mientras desayunaba, se desarrolla en ese país. Mis ojos no dan crédito, y mi alma quiere seguir esa flecha que dice cómo llegar a las calles por donde pasea mi protagonista, Meursault, que tantas emociones me está haciendo vivir. 

Pedaleando un poco más vuelvo a vislumbrar los edificios y casi sin darme cuenta, me encuentro en la calle de mi garaje. Guardo a Orbi y le doy unas palmaditas: ¡Hasta la próxima aventura!

sábado, 18 de julio de 2020

De tren en tren por Reino Unido (y tiro porque me he hundido)

Viajar, viajar y viajar, mi mayor pasión. Sueño que viajo y viajo soñando. A mi parecer, un viaje nunca te defrauda porque, pase lo que pase, siempre aprenderás, aunque algunas veces de una forma más agradable que otras. 
Este año viajar se ha complicado para todos dada la situación sanitaria que atañe a todos los países del mundo. Por ello, decidí elaborar pequeñas guías de viaje sobre lugares que me gustaría visitar, para que, cuando en un futuro sea posible, recorrer en persona todos los rincones que ahora veo a través de una pantalla. 

Empezamos con Reino Unido, cercano y tan diferente al mismo tiempo. El primer adjetivo que me viene a la mente cuando pienso en Inglaterra es adorable, con encanto. Y es que allí, hasta la lluvia y la niebla te atrapan. Es cierto que no es un país cálido, pero yo tampoco lo soy. Me gusta su color verde, sus pequeños pueblos cargados de historia y de música, pero también su capital y su cultura, tan definida y compartida con tanta gente de sitios tan distintos. Hace 12 años visité Londres y me maravilló cómo podía combinar lo clásico y lo moderno con tantísimo estilo. Me gustaría volver a recorrer sus calles, pero también adentrarme en la Inglaterra verde y profunda por primera vez. Así que… ¡allá vamos!

Nuestro viaje comenzaría en la capital, Londres, donde no podemos perdernos las típicas atracciones turísticas, que aunque seguramente las encontremos plegadas de turistas, no podemos obviarlas dado su importancia histórica para la ciudad, y también para el país. 
  • Palacio de Westminster y Big Ben

El Palacio de Westminster es uno de los edificios más famosos de Londres. Ha sobrevivido nada más y nada menos que a dos incendios, 14 bombardeos y un complot de volarlo por los aires. Es como una pequeña ciudad, con sus tres kilómetros de pasillos, más de 1000 salas y en el que trabajan más de 8000 personas. Cuenta con un gimnasio, guardería, más de 20 restaurantes y bares, dos oficinas de correo y cajeros automáticos. Se llama Palacio de Westminster porque comenzó siendo el hogar de los monarcas, pero después del incendio de 1552, el rey se mudó y pasó a ser la sede del Parlamento británico. Se puede entrar por libre cualquier día y curiosear algunas de las salas que están abiertas al público, sin necesidad de hacer un tour… así que… ¡adelante!

En el Vestíbulo central encontraremos una de las oficinas de correos y un cajero automático. Enfrente, suelen hacer sus directos los periodistas de la BBC. ¡Atenta! Las ventanas están cubiertas por rejas. Esto es porque, antes de 1918, las mujeres solo podían observar las sesiones en la Cámara de Comunes desde una galería separada a la de los hombres en la parte alta. A este lugar se le llamó Galería de las Damas y estaba rapada con rejas para que los diputados no pudieran verlas. En 1908, una mujer ser encadenó a una de las rejas como protesta y, 9 años más tarde, se quitaron y se colocaron las ventanas del vestíbulo como símbolo de la lucha por el voto femenino en Reino Unido.

  • British Museum

Podremos trasladarnos a las profundidades de Egipto al admirar la piedra Roseta, así como las momias que han sido conservadas durante miles y miles de años. Del mismo modo, también se nos iluminarán los ojos al descubrir los secretos de las culturas de México, África, China... a través de las distintas colecciones que se exponen en el museo. 

  • Noche en Soho 

Sin duda habremos tenido un día agotador como turistas, pero llega la noche y con ella la ciudad se enciende a nuestros pies. Iremos de pub en pub dejándonos guiar por la música y las cervezas inglesas, probando tantas marcas de dicha bebida como el cuerpo nos permita...

  • Catedral St. Paul
        Sea creyente o no, la arquitectura eclesiástica me parece una de las expresiones del arte más bellas         que el ser humano ha dejado en este planeta llamado Tierra. Entrar en una catedral y no dejar de             mirar hacia arriba hasta que sales de él, observando cada detalle de sus techos, de sus ventanas...            Es por ello que no nos podemos perder la Catedral St. Paul, la cual está clasificada como la                    segunda más grande del mundo y, aunque esto no implique que deba ser preciosa, estoy segura de         que no me decepcionará. 

  • Torre de Londres y joyas de la corona

Súper necesario realizar esta visita para comprobar con mis propios ojos que la leyenda de los cuatro cuervos que protegen el edificio y la corona es verídica. 

  • Tower Bridge

Me haré una foto junto al puente más famoso de Londre y la convertiré en una postal, típica pero original. 

  • Shoreditch

Recorreremos las calles de este barrio siguiendo los graffitis que plasman tantas verdades cargadas de emoción. Streetart es un arte que llega a todos y a cada uno nos afecta de una manera muy distinta... supongo que como ocurre con toda expresión de arte...

  • Hyde Park
       En bici, paseando o dando volteretas... un parque en el que relajarse y, observando a todas las               personas que nos rodean, darnos cuentas de cómo, siendo tan diferentes y con culturas distintas,           todos compartimos el deseo de sentirnos niños al correr y jugar en el parque. 

Entre los restaurantes, bares y cafeterías que me gustaría probar durante mi estancia en la ciudad, estos son los que se encuentran en mi checklist
- Coffe shops: Omotesando Koffee

- English breakfast: Regency Café, Brick Lane Beigel Bake 

- Restaurants: Bancone (italian solo-dining), Indian Veg Bhel Poori, Poopies Fish and Chips, Amrutha Lounge, Magic Falafel

Desde Londres cogeremos un tren de ida y vuelta a Windsor. Allí visitaremos su majestuoso castillo, que es, nada más y nada menos, que el castillo habitado más antiguo y grande del mundo. Fue fundado por William el Conquistador en el siglo XI. También nos podremos perder por sus jardines, así como por el parque LEGO, y sentirnos como niños otra vez ;)

Partiendo también desde Londres en tren visitaremos Oxford, la ciudad universitaria de la que siempre hemos oído hablar. Recuerdo que de pequeña siempre insistía en que de mayor estudiaría allí medicina. Ahora puedo confirmar que mi sueño no se ha hecho realidad, como todas las personas adultas que me rodeaban me repetían cuando yo les contaba mi sueño. No obstante, he de decir que si una niña alguna vez me cuenta ilusionada un sueño como este, yo le animaré, porque no hay nada mejor que tener sueños y vivir de ellos y por ellos, luego siempre tenemos tiempo para aceptar la realidad, adaptarnos a ella y quitarnos de encima el polvo que nos ha dejado la caída. 
Como buena fan de Harry Potter, lo primero que visitaré en esta ciudad será Christ Church College, donde se puede encontrar el famoso comedor de Hogwarts (me emociono sólo de pensarlo). Caminando por Oxford nos toparemos con la torre Saxon y subiremos sus 97 escalones para poder contemplar la pequeña ciudad desde las alturas. Pasaremos por el Mercado Cubierto para probar una de las famosas tortas en The Cake Shop. Si nos sobra tiempo, visitaremos la Cámara Radcliffe, la primera biblioteca circular de Inglaterra. Para terminar el día... uno de los pubs más históricos de la ciudad: The Chequers, donde dicen que era Lewis Carrol era un cliente habitual.

Antes de que caiga la noche, cogeremos otro tren a Bristol para hacer allí la noche y poder visitar más detenidamente al día siguiente. El alma de esta ciudad es el puerto, y allí visitaremos sus más famosos museos: Being Brunel y SS Great Britain. Como fan del street art que me he autodeclarado previamente, no podemos irnos de esta ciudad, cuna del famoso Banksy, sin recorrer cada uno de los numerosos graffiti que alberga en sus muros.

Nos subiremos de nuevo al tren para visitar la siguiente ciudad: Bath. Es hora de relajarse y nadie dice que no a unos buenos baños romanos con el agua masajeándonos la piel (qué gustito...). Por supuesto, visitaremos todos los rincones en los que se inspira la famosa Jaen Austen en sus novelas, la residente más famosa de esta ciudad. También pasearemos por el jardín inglés tradicional de Prior Park y tomar un té a media tarde en The Pump Room, justo al lado de los baños romanos. 

Siguiente parada en este recorrido en ferrocarril... ¡Salisbury! Allí visitaremos la catedral, The Rifles Museum, The Chapter Market y, por supuestísimo, emprenderemos una excursión en autobús hasta Stonehenge.

Para acabar este fantástico viaje, nos despediremos del país a las orillas del mar. En Salisbury cogeremos un nuevo tren con dirección a Brighton, el "Benidorm" de los ingleses en Reino Unido. Caminaremos por el muelle que en tantas fotos hemos visto y si nos vemos con ganas de alargar un poco más nuestra estancia en la costa Sur de Inglaterra, podemos visitar otras ciudades costeras como Dover y llegar así hasta Canterbury, pero eso... ¡ya lo dejo en manos de la improvisación!


Intro

Este blog nace sin un fin concreto, al igual que todos nosotros cuando somos unos bebés recién llegados a este mundo. Con el tiempo, este blog irá cogiendo forma, madurará y, con suerte, de aquí unas décadas podremos ver en lo que se ha convertido. Dicho así, pareciera un plan de futuro. Pero ni de lejos lo es. Del mismo modo que a las personas nos van sucediendo aventuras maravillosas a lo largo de la vida y vamos eligiendo diversos caminos (unas veces fáciles y otras, más complicados), este blog también irá recorriendo sus caminos, construyendo, con el tiempo, el objetivo de su existencia. A pesar de que, en mi opinión, tener un fin último en la vida no es requisito primordial para sobrellevar nuestra existencia, sí que creo ciegamente que debemos encontrar nuestra motivación, aquello que nos hace levantarnos cada mañana con una brisa de inspiración que nos abofetea la cara y un rayo de ilusión en los ojos. Y, pues, yo también quiero que mi blog encuentre eso tan bonito que acabo de describir. 
Con todo esto quiero decir que Cosquillas de chocolate irá probando diversos temas. Algunos saldrán bien y otros, no tanto. Pero siempre con ese toque especial que nos hará dibujar una sonrisa en nuestros labios. La misma sonrisa que se nos dibuja cuando comemos chocolate, la misma que se nos dibuja después de un ataque inesperado de cosquillas en el punto más débil de nuestro cuerpo.